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El caso de Monsanto contra Europa, una represalia que salió mal… por poco

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Como expliqué en mi anterior entrada, mi carrera parece estar decantándose por el camino de la propiedad intelectual. Después de que se quedara aparcado de forma indefinida, por problemas burocráticos sobre todo, el proyecto que estuve un año y medio diseñando y luego coordinando, me puse a hacer estudios de mercado e informes sobre aplicaciones a patentes. Al principio me aburría como un hongo, pero se me pasó.

Es un trabajo bastante raro. Ahí estoy yo, estudiando los puntos fuertes y débiles de un documento escrito con un estilo que cabría calificar como una mezcla, deliberadamente horrenda, de lo más críptico del argot científico con las peores abominaciones del estilo legal. El documento entero está salpicado por palabras, frases y expresiones que se repiten de una forma tan forzada, artificial y con tanta insistencia que todo, en conjunto, parece hecho para disuadir de su lectura. Tras considerar ese documento y toda la literatura científica asociada a la futura patente y compararlo con otras patentes (que también leo) hago un informe en el que le digo al grupo de científicos que podrían haber sido mis profesores en la universidad o que, si hubieran sido colegas míos, seguro que sacaban mejores notas que yo, que para patentar su “invento” han de cambiar esto y lo otro, de lo contrario mi empresa no pone la pasta que ellos necesitan para hacerlo, tiene su lado de satisfacción mezquina, eso de analizar aplicaciones a patente pero no es eso lo que más me absorbe de ese área de trabajo.

Patente de Van Halen de un soporte musical. Si os llama la atención haced clic aquí

Una patente tiene entre diez y cien páginas, lo normal andará entre las setenta y ochenta pero algunas, con las gráficas y la descripción de posibilidades de uso pueden superar ese número ampliamente. Ese documento protege a quién lo ha redactado de que nadie más utilice la idea descrita en él para conseguir un beneficio económico, la oficina de patentes se lo piensa mucho antes de conceder esa protección y el precio es muy alto si cubre un solo país y altísimo si es internacional.

Vivimos en una economía del conocimiento, eso ya es un hecho, y en este nuevo mundo las patentes se pueden usar como arma. Este ejemplo lo ilustra bastante bien.

La Comisión Europea recibió hace tiempo una petición de Francia de prohibir el cultivo de Monsanto 810, un tipo de maíz genéticamente modificado que se ha producido en la Unión Europea desde hace 15 años.

A finales de 2007, el embajador de EE.UU. en Francia recomendó «tomar represalias» contra Francia y la Unión Europea en un intento de luchar contra la prohibición impuesta por Francia y los cambios en la política europea hacia los cultivos modificados genéticamente, según un cable de gobierno de la embajada de EE.UU obtenido y publicado por WikiLeaks. El embajador de EE.UU. en Francia recomendó hacer algo que causara «un poco de dolor en toda la UE».

Digamos que lo que ocurrió después no tiene nada que ver con aquel cable. Digamos que el gobierno de USA no actúa como un abusón imponiendo a otros gobiernos que compren sus mercancías las necesiten o no. Entonces lo que relato a continuación seguro que no tendrá nada que ver con el famoso cable.

Monsanto tiene una patente europea que cubre las secuencias de ADN introducidos en el genoma de la soja que le confieren inmunidad al herbicida «Roundup Ready»

La empresa intentó aplicar la patente en varios países de Europa para evitar que se vendieran sus productos de soja modificada en el viejo continente.

Uno se preguntará, si este y muchos otros productos modificados genéticamente está prohibido venderlos en la UE, para qué prohibir su venta. La respuesta está en el pienso para animales, este contiene grandes cantidades de soja modificada, y esto sí es legal. Pero no es ilegal hacer, usar o vender la soja Roundup Ready en Argentina. La empresa Cetera hace harina de soja Roundup Ready que se cultiva en Argentina y la exporta a Europa donde Monsanto quería hacer ilegal su venta.

El caso es que sin la soja argentina la producción de piensos en la UE se vería gravemente mermada.

Monsanto encontró en Holanda y da la casualidad de que el puerto de Rotterdam es el de mayor tráfico de toda Europa, el aliado que buscaba para imponer su patente. Las leyes de Holanda decían que el ADN contenido en la soja, cuyo código era protegido por la patente de Monsanto, debía ser protegido de cualquier posible copia.

EL pienso producido con esa soja tenía, por mucho que lo hubieran elaborado, que contener copias enteras de ese ADN y por lo tanto, la única manera de protegerlo era cesar su importación.

La empresa Cetera, como gran damnificada por esta acción legal llevó el caso a la corte Europea de apelación, sosteniendo que la ley holandesa era anulada por la Directiva de Biotecnología de la UE. Una directiva es una ley emitida por la UE que todos los Estados miembros deben cumplir. No tiene efecto directo en los distintos países de la UE, sino que deben «armonizar» sus leyes nacionales para hacerlos compatibles con la Directiva. La Directiva de Biotecnología requiere que los estados miembros concedan patentes sobre «invenciones biotecnológicas» (artículo 1), pero más específicamente en el artículo 9 dice que:

La protección conferida por una patente a un producto que contenga o se componga de información genética se extenderá a todo el material. . . en el cual el producto se incorpore y en el que la información genética contenida está y ejerza su función. (Énfasis añadido).

Para que la información genética ejerza su función, la soja debería estar viva, pero con todo el procesamiento que se le hace al pienso eso era tan improbable como absurdo hubiera sido buscar rastros de soja viva en el pienso

Finalmente Cetera ganó el caso y tanto el gobierno de los EEUU como Monsanto se quedaron sin sus respectivas represalias.

http://www.genomicslawreport.com/index.php/2010/07/28/european-court-issues-gene-patent-ruling-against-monsanto-a-myriad-connection/

Written by Cibervórtice

marzo 7, 2012 a 11:00 pm

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